TINIAN, N.M. (BP)–La vida no es fácil en la reserva india en Tinian, Nuevo México. La distancia entre los vecinos es amplia, el alcoholismo y las familias quebrantadas son comunes y los empleos son difíciles de encontrar, pero la cultura que comparten y los fuertes lazos familiares mantienen dentro de la reserva estos indios americanos a pesar de las dificultades.
“Estamos sobreviviendo,” dice Terri Winters, una mujer cien por ciento navajo y madres de tres hijos, quien pasa sus días cortando leña y cuidando a sus hijos en una casa sin corriente eléctrica que construyera junto con su esposo.
“Vivimos en Albuquerque por un tiempo,” dijo. “Hay más oportunidades y actividades en la ciudad, pero nos gusta el espacio y libertad que tenemos en la reserve — es mucho más cercano a una vida hogareña. Es difícil, pero nos mantiene unidos como familia.”
Afortunadamente, la familia Winters y otras más en la reserva cuentan con la camaradería de Rose Ignacio, una mujer cien por ciento navajo quien colabora con la Junta de Misiones Norteamericanas.
Ignacio está familiarizada con las dificultades que presenta la vida en la reserva india. Cuando tenía sólo 13 años, ella perdió a su madre debido a complicaciones durante el nacimiento de su hermana menor. Luego de la muerte de su madre, el alcoholismo de su padre se agravó al punto que Rose no lo pudo ya soportar. El 4 de febrero de 1964, ella y su hermana salieron de la casa con la ropa que llevaban puesta y se fueron a vivir con una tía.
No estaban seguras dónde vivía su tía exactamente, y sin tener un teléfono, no había manera de avisarle que iban para allá. En el camino, las niñas quedaron atrapadas en una tormenta de nieve. Su hermana murió por haber estado expuesta a tal temperatura, pero Rose logró sobrevivir y durante su recuperación le entregó su vida a Cristo.
“Dos misioneros fueron a visitarme al hospital,” dijo Ignacio. “Dijeron que necesitaba aceptar a Cristo. No estaba segura de lo que eso significaba, pero sabía que Dios me protegió durante la tormenta. Recordé haber visto las palabras de Hechos 16:31 cuando estaba inconsciente.” El versículo declara, “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo.”
“Así que oré, ‘Señor, abriré mi corazón para ti. Mis familiares tienen creencias tradicionales navajo, pero yo te voy a seguir sin que importe lo demás. Creo y confío en ti.'”
Muchos años después, como misionera de Mission Service Cops, Rose sigue en la reserva, dirigiendo a las personas hacia Cristo. En la Iglesia Bautista de Tinian, ella dirige una clase semanal para mujeres y niñas navajo. Una de las muchas maneras en que comparte a Cristo es al enseñarles a hablar y escribir su lengua materna. “Quiero que lean su propia Biblia en navajo,” dijo.
También les enseña sobre sus costumbres, pero más que nada, les enseña acerca de su fe en Jesucristo.
“Me encanta explicarles a los jóvenes que nuestra cultura y nuestras tradiciones son dos cosas diferentes,” dice Ignacio refiriéndose a la creencia común entre los navajos de que deben dejar atrás su identidad cultural para poder seguir a Cristo.
“Puede que tengas que abandonar algunas de las prácticas tradicionales para convertirte al cristianismo,” dijo Rose, “pero siempre serás navajo. Dios nos creó como una tribu con un lenguaje, arte, comida y vestimentas únicos, y Él no nos pide que lo abandonemos.”
Además de las lecciones sobre el idioma y la cultura, Rose invierte su vida en los jóvenes que asisten a la Iglesia Bautista de Tinian, al enseñar a los niños de su Escuela Dominical y servir como la líder de jóvenes para muchas adolescentes.
Ganarse el privilegio de compartir a Cristo con los navajos es muchas veces un proceso largo. Rose pasa varios días yendo de casa en casa por toda la reserva, llevando ropa donada y sirviendo de otras maneras. Si hay una necesidad, ella encuentra la forma de suplirla.
“Me gusta ayudar porque eso construye relaciones,” dijo Ignacio. “Puedes conocer mejor a las personas y luego un día, se abrirán para que les hables del Señor.”
“Siempre es bueno cuando viene Rose,” dijo la Sra. Winters, madre de tres hijos. “Ella vigila a los niñas mientras yo trabajo afuera y de repente comienza a limpiar la casa. No mucha gente hace eso, pero así es Rose, y eso es muy significativo para mí.”
Rose compara el proceso [del evangelismo] al del tejido de las mantas navajo que vende para sostenerse. “Es un trabajo duro y requiere mucho tiempo, pero al final se crea algo hermoso.”
“Cuando fui salva,” dijo Ignacio, “Quería decirle a todos acerca del Señor — cómo es real en mi vida. Dios me abrió los ojos y me dio una carga por el pueblo navajo.”
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Jami Becher es una escritora de la Junta de Misiones Norteamericanas. Para conocer más detalles sobre el ministerio de Rose Ignacio y ver un video con su testimonio, visite la galería de videos en www.namb.net.